El Judo y yo.

Con mi hijo Kinlock Park M.
1987. 
Siendo un niño en Holguín, cuando mi padre o mi madre me llevaban a visitar mis tías, especialmente para visitar a tía Gloria pasábamos por la parte de atrás de lo que fue un día la terminal de ómnibus de Crespi, hoy en día Tele Cristal. Bueno allí yo veía a un grupo de hombres haciendo un tipo de lucha donde eran proyectados como sacos o sometidos en el suelo, entre ellos había uno conocido en nuestra familia, era Pablo Moc, Pablito para todos, él estaba casado con una ahijada de mis padres, Josefa que también era de origen asiático, porque aunque creo que eran japones, pero para  nosotros los cubanos todos los asiaticos son chinos de Manila, bueno Pablito era el Maestro, un día le pedí que me enseñara y me dijo cuando tu seas un poquito mayor.

Luego Pablito se divorció y se fue de Holguín, aquel lugar donde ellos practicaron, la revolución lo convirtió en un almacén de viandas o algo así y por supuesto las guaguas también desaparecieron y perdí la oportunidad de hacer lo que ellos llamaban Jui- Jitsu, tiempo más tarde supe de una escuela de Judo  con el Maestro Earlan Araujo, quien entrenaba en su casa si no me equivoco, al lado de un garaje donde las personas dejaban sus autos en la calle Libertad cerca de la Iglesia San José, frente a lo que con el tiempo se nombró la casa del Té. Nada El Maestro Araujo, pese a haber clasificado para el equipo Cuba en el año 1966 fue eliminado por su deseo de emigrar y así fue, fue eliminado y su academia cerrada, por segunda vez perdí la oportunidad de hacer eso que se llama Judo, yo tendría unos 11 o 12 años de edad.

Esa inquietud por el Judo, me llevo a la lucha greco romana y lo practique por un tiempo, pero realmente si no tengo nada de japonés, tengo menos de grieco y de romano, pero fue allí donde se abrió la puerta del Judo, pues un día se apareció un joven de voz ronca, fuerte, ancho de espaldas y recién salido del Piti Fajardo a practicar con un judogi con un par de personas de su edad o mayores y pude reconocer a uno de ellos que practicaba con Pablito, me acerque a él y le dije de mi inquietud y simplemente me dijo, listo ya estás haciendo Judo, yo hablo con el Maestro que para ese tiempo era cinta marrón. Al fin choque de frente con ese vicio tan maravilloso.

El Maestro era Alejandro Amores, del poblado de Buenaventura, cerca de Holguín, él se las arreglo y consiguió un local frente a lo que en un tiempo fue el Club o asociación de los  Libaneses de Holguín, La Libanesa como era conocida y devenida en academia de ajedrez en la calle Frexes, allí con un marco de madera, viruta de madera y paja arroz y una lona de camión comenzamos este largo e infinito camino que solo termina cuando nos rendimos o morimos. Cuando se regó la noticia de la apertura de la academia de Judo, se llenó, los viejos alumnos de Pablo vinieron, los alumnos de Earlan vinieron (bueno los que quedaban en Cuba o no estaban presos), así como muchos nuevos alumnos, fue un éxito total, no cabíamos en el tatami, funcionaba día y noche, el Profesor no tenía descanso, pero esto solo duro un tiempo y no muy largo, a las pocas semanas luego de los primeros pasos aprendiendo a coger caídas, los discípulos fueron disminuyendo por días y cuando luego de dos o tres meses solo cayendo por los cuatro costados, rodando de frente y saltando a larga distancia para caer o saltar casi 6 pies de alto para rodar y coger caída, pero cuando comenzamos con O Soto Gary, fue el puntillazo final, nos quedamos un grupito de los jovencitos en la mañana y la tarde y en la noche otro grupito de adultos, bueno entones fue que comenzó el aprendizaje.

Pude escapar de la Educación física de la escuela porque estaba en área Especial (judo), pero tenía que hacer las pruebas de todas formas, pero nuestro Maestro nos preparaba muy bien y siempre cumplí, ya fui parte del equipo escolar de Holguín y comenzó mi tiempo de competidor, ya me sentía como un gladiador cuando representaba a mi escuela, todo un orgullo. Debo resaltar que el Profesor Amores nunca nos puso presión para que ganáramos, él siempre decía, compite y ya ganaste no importa el resultado, cuánta razón tenía.

Con mis nietos Kolychikine Found/ 2014
Pude competir en niveles escolares, juveniles, 2da categoría, eventos Universitarios, locales, provinciales y nacionales. Gratos recuerdos y grandes memorias de judocas que fueron mis contrincantes, recuerdo a Mantequilla de Santiago que le hacia honor al apodo y al gran Juan Ferrer Lahera, que decir de él, todo un campeón al que pude vencer una sola vez en tantos encuentros, pero orgullosos de haber sido segundo de el muchas veces. Recuerdo a muchos más, pero como la lista es larga no quiero dejar a nadie fuera por eso mejor dejarlo así.

Recuerdo las competencias en la academia Hiroshima, frente a la Plaza de Martes en Santiago de Cuba así como la que se celebró en el Caney de las Mercedes en la Sierra Maestra, donde no habían medallas, eran unos saquitos de azúcar con el primer, segundo y tercer lugar impreso, eso fue en el 1969/1970, Los 10 millones van, nada mantener el deporte y la cultura separado de la política, luego de eso más eventos en todo el antiguo Oriente y nuevas provincias Orientales, recuerdo en Palma Soriano dormir en el suelo, así como Camagüey, Villa Clara y la ciudad de La Habana. No me puedo quejar ni de los trabajos pasado para conseguir un judogi decente, tuve uno de saco de harina por mucho tiempo con las letras que no se borraban con nada, ni del transporte, ni la comida, ni de las demoras en promovernos aunque ganáramos lo que ganáramos ni el haber sido parte de los equipos del antiguo oriente y luego Holguín y universitario, nada, siempre feliz de poder competir y conocer nuevos amigos. Nada podía destruir nuestras ganas de mejorar, ni la revolución con sus frenos políticos pudo, porque yo quería aprender, el ganar era secundario, yo sabía que eso pasaría con el tiempo y el tiempo en aquellos tiempos me sobraba.


Entre prácticas, suspensiones, estudios, trabajo fue pasando el tiempo, mi última competencia en Cuba fue en los Juegos Nacionales Universitarios en Santa Clara, allí conocí al Maestro Andrés Kolychkine y pude hablar con el varias horas, me invito a ir a Girón y así lo hice un par de veces en mis vacaciones, ya en el 1979 deje de practicar, pues también se sumó mi esposa y un hijo, además de los estudios, ya el tiempo me quedaba corto hasta para respirar.

Salida de Cuba, llegar a Miami, que aunque no era nuevo para mí, todo si lo era y comenzar a crear una vida nueva no es fácil aunque si interesante y con la misma dedicación que el Judo me enseño, me dedique a fundar los cimientos para un futuro que el tiempo lo ha hecho largo y gracias a Dios y la constancia ha sido toda un experiencia de vida que con gusto repetiría mil veces, con errores y todo. Aquí al año de estar acá reanude mis clases de Judo, con el Maestro y amigo Alberto Sánchez, compartía tiempo con el Maestro Amaro y el Loco Valdés, alguna que otra vez combinando con los estudio con Jack William (muy pocas veces), en fin me quede con ese mundo del Judo cubano en la diáspora y me pudiera quejar para ser mejor, pero no lo haré, porque así somos nosotros los cubanos ademas fui yo quien lo escogió asi. Aquí pude conocer a muchos, compartir con ellos infinidad de eventos, desde competidor, arbitro e instructor, haber ganado competencias personalmente y feliz que mis alumnos ganaran muchas medallas en mi tiempo de profesor, nada, de verdad de que me voy a quejar.

Con mis nietos Sentoki 2021
Tuve mi escuela, donde ayude a formar a hombres buenos, mi hijo me acompaño todo el tiempo, luego llego el momento de cerrar puertas, pero no de dejar de entrenar y practicar, seguimos por ese camino largo que nunca acaba y ya hoy son mis nietos los que me acompañan, que mejor premio que estar rodeado de quienes me quieren como soy y gracias a Dios me acompañan gente buena que realmente aman el Judo y las artes marciales, no son muchos, pero son, que es lo que vale.

¿Qué si el Judo ha influido en mí?, pues ha regido mi forma de ser, mi vida. Me enseñó a escuchar, pero también a hacerme oír, me enseñó a evitar ofender, pero a decir la verdad aunque duela, me enseñó a tratar de ser humilde, pero no el más humilde porque entonces dejaría de serlo, me enseño que de una derrota se aprende más que de una victoria, pero no por eso dejarme vencer fácilmente, aprendí que el ceder no es sinónimo de dejar pasar o debilidad, todo lo contrario, pues puedo hacer uso de la confianza o habilidad del contrario en mi beneficio. Mucho aprendí, aprendí a ser fiel a los míos, a perdonar traiciones, pero no olvidarlas, aprendí a dar la vida por un amigo y dos veces darla contra un enemigo, aprendí que siempre se puede hacer Judo aunque no puedas caminar, saltar o agarrar, esto que escribo es hacer Judo, porque Judo es mucho más que sudor, sacrifico y dedicación, Judo es vida y como la vida se debe de transmitir a todos por el bien de todos.


Dionisio de la Torre,Jr.
Rokudan USTKJ/ PJJF.
Presidente PJJF

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